Hace muchos años, disfruté en Oxford de una sesión maravillosa con Mike George sobre el ego. Él lo
define como una “falsa identidad basada en un apego”. El apego puede ser a un objeto físico: un coche,
una casa, una marca de ropa… Me identifico con el coche que conduzco, con la casa que habito o con
la ropa que visto. Mi estatus social se refleja en todo ello. También puede existir apego a los roles que
ejerzo. En mi caso, mi rol de madre, hija, esposa, consultora, escritora… Cuando mi ego me atrapa,
dejo de desempeñar mis roles, para convertirme en ellos.
Supón que eres un cliente VIP que lleva 25 años acudiendo a un restaurante. Siempre sigues la misma
rutina. Cuando llegas, tienes reservada tu mesita en una esquina y a los diez minutos aparece un
camarero con tu plato favorito, una “sopa caliente”. Esto se repite día tras día, hasta que un martes el
camarero te trae una sopa fría. En ese momento, ¿Cómo reaccionas? Puede que experimentes una
pequeña contrariedad, pero eres considerado con el camarero y le pides que, por favor, te traiga tu
sopa caliente. El camarero asiente y a los pocos minutos vuelve a traer tu sopa, que… ¡sigue estando
fría! Has llegado a tu límite, te sublevas. Le dices que no sabe con quién está tratando y que, por favor,
venga el encargado. Le explicas la situación indignad@. ¡Te están faltando al respeto!
¿A qué estás apegad@ como cliente VIP? De una parte, a tu sopa caliente, quizá podrías probar a
tomarla fría alguna vez. También puede haber apego a tu imagen de cliente respetable que lleva
acudiendo fielmente a ese restaurante 25 años. ¿Qué hace que una vez que llega la sopa fría no te
vayas a otro sitio? ¿Por qué discutir? ¿Por qué buscar el respeto en el servicio de los camareros?
Quizá porque este cliente ficticio no lo tiene dentro… por eso necesita que los demás se lo demuestren.
Está apegad@ a su imagen de cliente merecedor de respeto.
Cuando el ego nos atrapa y nos identificamos en demasía con un objeto físico, un rol o una imagen
ideal de nosotr@s mism@s se crea una necesidad emocional de mantener esa identificación. Un
ejemplo: te dan un golpe en el coche y te duele sobremanera. Casi es como si te lo estuvieran dando
a ti. Tu coche y lo que representa forma parte de tus señas de identidad: estatus, seguridad,
reputación, etc. Dañar el coche es dañarte a ti.
En el fondo, en estas situaciones sientes que tu “yo” está en juego. ¿Por qué sigues apegado a tus
expectativas? Posiblemente por la identificación. Que tu coche esté bien, quiere decir que tu estatus
es reconocido. Si lo de fuera no se ajusta a tus expectativas, tu estatus se cae. Sientes que tu valía
está en juego y por eso te duele desproporcionadamente cuando no se cumplen.
Tú eres mucho más que cualquier personaje. Si realmente quieres influir en una situación para mejor,
toca desapegarse. Libérate de tus propias cadenas, aligera tu equipaje. ¡Disfruta de tu liviandad, de
tu verdadera esencia! Sé consciente de que tu identidad no está en juego. Tú eres mucho más
grande que cualquier objeto, rol o autoimagen que tengas de ti mism@. Lo que pase fuera no pone
en riesgo nada, absolutamente nada, de quién eres.